A lo largo de los últimos cuatro años he estado integrando hábitos relacionados para mejorar mi salud física y mental, después de estar a prueba y error, ahora los cambios y hábitos los hago gradualmente pero en un principio he de confesar que quería hacer muchas cosas a la vez y de manera rápida, como querer correr un maratón arrancando a toda a velocidad.
Desde fuera, se pudiera pensar que algunas de mis decisiones han sido radicales o impulsivas, y quizás sí, sobre todo cuando cambié mi alimentación, esta decisión la tomé de un día para otro.
La idea de dejar de comer animales no estaba en mis planes un mes antes que tomé la decisión aunque durante algunos años, los lunes tenía la costumbre de no comer nada de carne pero esto lo hacía más por salud que por una causa ética.
Bien dice el dicho “Nunca digas nunca”, o “de esa agua no he de beber”
No había sido fan de comer carne de manera frecuente, pero cuando lo hacía lo disfrutaba bastante. Recuerdo que de niño mis papás nos llevaban a comer tacos de carne asada, en aquel entonces tendría alrededor de 7-9 años y esa misma cantidad eran los tacos que me comía.
En muchos estados de México la carne asada es tradición, un ritual gastronómico cultural que se suele celebrar los fines de semana, y lo disfrutaba, me gustaba la carne recién asada en la parrilla junto con cebollas para después acompañarlas con mis tacos llenos de salsa, frijoles, cilantro, guacamole y terminar oliendo a humo pero feliz.
Otros animales como el pollo, los comía de manera más frecuente, el pollo me gustaba en mole; caldos; asado; tinga; sopes; tamales; ensaladas; pero no el estilo Kentucky, ese siempre me dio asco, sobre todo la piel frita que sabe a aceite quemado.
Los mariscos eran de mis animales favoritos para comer, nací en Ensenada Baja California y ahí son de las comidas tradicionales.
Muchas veces acompañé a mi papá a ir al Mercado Negro, un mercado de mariscos que está en el muelle de Ensenada, famoso por la frescura de los productos y porque en cada puesto te ofrecen lo mejor y recién llegado del mar como ostiones, almejas, pulpo, mejillones, camarones y pescado.
Era tan fan de los mariscos que a mis 22 años durante una semana visité diferentes carretas de la ciudad, mi objetivo era saber en dónde estaban los mejores mariscos de la calle, de hecho, en la universidad para un trabajo escolar junto con unos compañeros de clase entrevistamos a dueños de carretas de mariscos para conocer su historia. La historia que más se me quedó grabada fue de Sabina La Guerrerense, una señora con gran carisma y siempre sonriente hasta la fecha, por su carreta han circulado famosos de todo tipo, desde nivel nacional hasta internacional.
Regresando a mi semana maratónica de mariscos. La terminé con ronchas en el estómago, dolor e hinchazón y con una dieta que me dio el doctor, curiosamente ahora sé que la dieta que me recetó el doctor tenía el animal con más bacterias, únicamente podía comer pollo y verduras al vapor por 30 días
No estoy 100% seguro pero es muy probable que uno de los mariscos que comí estaba echado a perder o no fue limpiado de manera correcta, o quizás fueron esos camarones que sirven con su propio excremento, sí, esa línea central oscura que me ha tocado ver hasta en algunos restaurantes.
Esa intoxicación de mariscos no me detuvo y continué comiéndolos y disfrutándolos como si no hubiera mañana, estaba consciente de que la probabilidad de enfermarme era alta si comía en la calle pero por alguna razón no me importaba o no estaba consciente de lo que me podía afectar en el futuro.
Me considero afortunado porque nunca me han gustado los lácteos, de niño y en la adolescencia, me daba pena decirle a la gente que no comía queso por la reacción que causaba mi respuesta.
Cuando pedía mi comida sin queso, crema, o leche, parecía que en la escuela les enseñaron a contestar con estas respuestas: “¿No te gusta el queso?!!!! “Ándale prueba poquito nomás” “¿Cómo sabes si no te gusta si no lo has probado?” ¿No comes quesadillas?!! “El queso de aquí es buenísimo” respuestas seguidas de una cara de shock como si les hubiera dicho algo inapropiado.
De niño le sacaba canas a mi mamá porque no me gustaba la leche, era un tormento tomármela y la única manera en que lo podia hacer era añadiendo 3 cucharadas copeteadas de Nesquick o Chocomilk, (ahora no sé qué era peor, si la dósis de azúcar o la leche)
Pasé mi niñez obligado a tomar leche diario porque ella vio los comerciales de televisión que decían que la leche es fuente de calcio,algunos de esos comerciales eran avalados por “doctores” ( actores con bata de doctor) y los siguen pasando y también la historia se sigue repitiendo, hay una idea de que la leche es fuente de calcio.
Hay una comida que nunca se me va a olvidar, a mi mamá le encantaba hacer pollo en crema, a mi hermano le gusta y a la familia también pero para mí era sinónimo de tortura.
Algo que no tolero de los lácteos es el olor, no sé si es un superpoder o una maldición pero puedo oler lácteos a distancia y depende de la intensidad, me puede quitar el apetito y generar náuseas.
El no comer queso y lácteos es un tema que me ha hecho sentir diferente y antes me enojaba conmigo por hacer sentir mal a la gente u ofenderla con mi rechazo por su comida.
De niño me enseñaron que por eduación debería aceptar la comida que me ofrecieran y a comer lo que hubiera. Antes pensaba que eso era lo correcto, sobretodo porque nos decían que mucha gente no tiene para comer y por eso yo debería comer lo que está en mi plato.
Estoy de acuerdo en no desperdiciar la comida pero no en comer algo que para mi tiene olor igual al de los pies de un atleta que ha corrido 10km durante un día soleado en una tarde de verano en Monterrey.
En abril del 2021 Jess y yo visitamos a mi familia en Ensenada, aprovechando que estaba en la ciudad con los mejores mariscos de México decidí comer todo el marisco que no pude comer antes al vivir en Oaxaca, dirán que también Oaxaca y sus playas tienen mariscos pero a veces el sabor de sus pescados sabe a cartón.
En ese viaje a Ensenada también me di una vuelta por varias taquerías para atascarme de tacos de carne asada, como no era una comida que comía de manera frecuente pensé en hacerlo en grandes cantidades. En ese viaje tomé fotos y las compartí en mi cuenta de Instagram, fotos de los trompos de adobada o al pastor, fotos de cocteles con almejas, camarones, pulpo, ostiones en su concha, pescados, etc.
En diferentes ocasiones ponía una nota en mis historias diciendo “no para veganos” en un tono de burla. La vida da muchas vueltas y me ha enseñado a mejorar y aprender de mis errores, no los dejaré de cometer pero sí soy más consciente de los errores que ya cometí.
A pesar de que tenía 5 meses sin dejar de tomar alcohol, aún había algo dentro de mi que me nublaba el juicio y me hacía vivir de una manera entumida, no sabía qué era pero ya que empecé a dejar de comer alimentos que le hacen daño a mi cuerpo pensé que había vivido anestesiado, como borrego siguiendo a los demás.
Regresando a Oaxaca del viaje, pasó un mes y a principips de mayo del 2021 vi el documental Mi Maestro el Pulpo, el cual me hizo llorar y darme cuenta de lo mágico de esas especie marina, de lo inteligente que son y de cómo yo sin ningún pudor había comido pulpos durante gran parte de mi vida, me sentí avergonzando, triste, enojado y decidí que el pulpo no iba a ser parte de mi dieta nunca más.
Después de ver el documental seguía comiendo animales, carne de puerco, huevo y pollo eran parte de mi dieta semanala. Pasaron unas semanas después y el 19 de mayo del 2021 vi el documental Seaspiracy, esa fue la gota que derramó el vaso.
En ese documental muestran la realidad de la pesca, cómo están contaminados los mares, cómo cazan la fauna marina, cómo hay una impunidad en las actividades que hacen los barcos pesqueros y que todo se arregla con dinero sin importar los daños que causan.
Al final del documental mi rostro estaba hinchado de un color rojo tomate maduro, cubierto de lágrimas y de este sabor salado que deja cada lágrima.
Lloré como un niño al ver las imágenes de los pescadores maltratando peces, no creía cómo estaba la industria y ese día decidí dejar de comer animales.
Ya llevo tres años y tres meses que no he comido animales y cada vez me he sentido mejor, no ha sido fácil en cuanto al aprendizaje, tampoco lo hice de la manera correcta y sin ningún conocimiento de nutrición. Actualmente me siento muy cómodo y sé cómo reacciona mi cuerpo, además lo confirmo con los estudios de sangre que me hago de manera periódica.
Cuando me hice vegano pasé por varias etapas, la primera la ira, junto con frustración y enojo, ya te iré platicando de ellas en la siguiente publicación.
Algo así me pasó cuando vi la película de Okja.
Me duró apenas unas semanas dejar de consumir tanta carne. Aunque el día de hoy no está en mis planes dejar la carne, lo dejo abierto para el futuro.
He notado que mi estado de ánimo varía mucho dependiendo de lo que le meta a la panza.
Gracias por compartir tu historia! Es difícil tomar un camino diferente del de la mayoría de personas, te tienes que enfrentar a situaciones incómodas, muchas preguntas, alguna que otra burla... Pero si tienes claro el porqué, y de verdad lo sientes dentro de ti, no es algo meramente mental, toda esa oposición apenas te hace mella. Tú haces lo tuyo porque sientes que te hace bien y que estás en coherencia con tus valores, y eso es lo más importante. También permitir que el otro haga su propio camino, que puede ser muy diferente al tuyo, sin tratar de cambiarlo. Cuando nos hicimos veganos quisimos compartir con todo el mundo lo que habíamos descubierto a nivel nutricional, medioambiental, ético... pero esta información rara vez era bien recibida, quizá porque debajo estaba encubierto el deseo de que el otro se pasara a nuestro bando al instante. El cambio no se da así. En la próxima newsletter precisamente vamos a hablar de este tema! Un abrazo 🤗